miércoles, 1 de octubre de 2014

¿Dónde me escondo de ti esta vez?


Todos los que hemos sufrido por amor alguna vez deseamos huir de él. Nos preguntamos dónde podremos estar a salvo de este sentimiento que puede hacerte feliz o que puede provocarte todo lo contrario. Tiene la amarga facilidad de destruirte.
Una vez que nos rompen el corazón nunca volverá a ser el mismo. Nuestro motor para mantenernos vivos funciona como las ruedas de los coches. Si tenemos un pinchazo mientras intentamos llegar a nuestro destino ¿qué hacemos? Ponerle un parche, ¿verdad? Pues lo mismo pasa con nuestro corazón. A medida que vamos decepcionándonos le ponemos tiritas para que vuelva a latir con normalidad. Lo que no nos imaginamos es que muchas veces, esas tiritas, llevan sal y provocan que nunca terminen de sanar.
Las decepciones duelen, por eso nos intentamos aislar. Creamos nuestro pequeño caparazón para protegernos de los golpes tan duros que nos depara el destino. Pero, a pesar de todos nuestros intentos de no sufrir, fracasados todo hay que decirlo, siempre acaba llegando esa persona que destruye todos tus esquemas. Esa persona por la que has esperado toda tu vida. La que te hace reír y llorar a la vez. La que siempre sabe lo que tiene que decir y lo que hacer para verte feliz. La que movería cielo, mar y  tierra para verte. La que, con solo una mirada, entiendes a la perfección… La persona perfecta para ti.

Para ser sincera yo no sé si de verdad existe tu media naranja, tu alma gemela, o como lo queráis llamar. Lo que sí que creo es que todos tenemos a esa persona especial con la que tienes una química única y diferente que, por mucho que lo intentes con otras personas, nunca volverás a tener con nadie más. Cuando la encuentres sabrás que será tu debilidad. Haga lo que haga siempre será especial y siempre caerás de nuevo. Será algo inevitable, algo superior a ti… Y ahí no habrá caparazón ni escondite que te libre de sentir aquello que los más locos llaman amor…