¿Alguna vez
habéis tenido la necesidad de escuchar una X canción con la que os sentís
identificados en ese momento? Yo sí. Es algo que imagino que os ha pasado a la
mayoría, o a todos. ¿Por qué ocurre esto? Creo que es porque nuestra vida, en
cierto modo, necesita de una banda sonora. Todo en este mundo es música. ¿Vas a
un partido de fútbol? La afición anima con letras pegadizas. ¿Vas a tomar una
copa? Tienes música de fondo que te anima a mover el esqueleto. ¿Vas a comprar?
Tienes la típica BSO propia de los supermercados. ¿Ves una película o una
serie? Tienen banda sonora particular. ¡Incluso si vas al dentista tienen
música!
“La música amansa a las fieras” siempre me
han dicho de pequeña. ¿Puede ser que por esta razón siempre tengamos la música
en nuestra mente? Seguramente… La tranquilidad que nos aporta una buena canción
lenta, mientras desconectas de todos los problemas que nos premia la vida.
Mientras olvidas las horas de estudio que te quedan por delante. Mientras
ignoras que mañana es lunes y debes madrugar para ir a trabajar. O simplemente
para desahogarte. El típico método conocido como ‘el cepicro’ (una combinación de cepillo y de micro. ¿Quién no se
ha puesto en su casa su canción favorita a todo volumen, cepillo en mano y ha
acabado cual loco bailando o llorando por la casa? Yo soy una de esas locas.
La música
es vida y la vida es música. Porque todos tenemos una banda sonora particular.
A medida que pasan los años esa BSO cambia, evoluciona y continúa. Puedes darle
a pausa para revivir una y otra vez una canción con un momento especial.
También puedes retroceder de melodía para recordar un instante de tu vida, ello
te tiene que servir para aprender, tomar impulso y mejorar en la vida. Mientras
haces esto pierdes la oportunidad de conocer nuevas canciones, nuevas
situaciones, nuevas personas... Tú eres el que decide qué hacer con tu propia
banda sonora. Con un poquito de música la vida siempre se vive mejor.